También se preocupó por el movimiento del cuerpo, y por dar peso y solidez a sus figuras. En cuanto a la temática religiosa, Rubens demostró la misma capacidad sintetizadora que en sus otros desnudos, otorgando a sus figuras una entidad física que potenciaba su aspecto espiritual, como en sus dos obras para la Catedral de Amberes, La Elevación de la Cruz (1611) y El Descendimiento de la Cruz (1613), que nuevamente muestran la influencia miguelangelesca, así como la asimilación del movimiento ondulado del Laocoonte.